Meta invierte 14.800 millones en Scale AI para liderar la superinteligencia artificial y sacudir el mercado
Junio 15, 2025

Una inversión colosal, una startup clave y una estrategia que huele a dominación. Meta vuelve a hacer un movimiento fuerte en el tablero de la IA… y no todos están contentos.
Una jugada de 14.800 millones de dólares
Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, ha dado un golpe sobre la mesa con una inversión monumental: 14.800 millones de dólares para adquirir el 49% de Scale AI, una de las startups más influyentes en el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial.
Pero eso no es todo. El fundador y CEO de Scale, Alexandr Wang, también pasará a formar parte de Meta como líder de una nueva unidad interna dedicada a lo que llaman “superinteligencia”. Un concepto que, aunque suene a ciencia ficción, se refiere al desarrollo de IA capaz de razonar, resolver problemas y aprender más allá de las capacidades humanas.
¿El objetivo? Convertir a Meta en una potencia en IA general, y no depender de terceros para competir con OpenAI, Google DeepMind o Anthropic.
¿Quién es Scale AI y por qué importa tanto?
Fundada en 2016, Scale AI se especializa en la recopilación, limpieza y etiquetado de datos, el insumo más valioso para entrenar modelos de IA. Empresas como Microsoft, OpenAI, Amazon y Google han trabajado con Scale para desarrollar sus algoritmos más potentes.
La empresa se convirtió en una especie de “refinería de datos” de Silicon Valley. Con esta inversión, Meta no solo gana acceso preferencial a uno de los activos más estratégicos del ecosistema tech, sino que también saca del tablero a un proveedor clave de sus principales competidores.
La reacción fue inmediata: Google suspendió sus contratos con Scale AI tras conocerse la alianza con Meta, temiendo por la seguridad y confidencialidad de su información.
El modelo OpenAI–Microsoft se repite (pero con más polémica)
El acuerdo recuerda al que Microsoft tiene con OpenAI, donde una inversión millonaria da acceso exclusivo a tecnología y talento. Sin embargo, en este caso hay un matiz delicado: Meta no compró la empresa, pero colocó a su CEO dentro de sus filas, lo que genera tensiones regulatorias y éticas.
Desde el Congreso de EE. UU., figuras como la senadora Elizabeth Warren ya han levantado la voz, acusando a Meta de intentar esquivar leyes antimonopolio mediante estructuras opacas de colaboración. La preocupación no es menor: cuando los grandes concentran los datos, el talento y los algoritmos… ¿queda espacio para alguien más?
¿Por qué esto debería importarle al mundo del marketing?
Porque el acceso a modelos de IA cada vez más avanzados definirá quién puede personalizar, segmentar y automatizar mejor. Y si Meta tiene ventaja estructural sobre la competencia, eso afectará todo: desde la forma en que se crean anuncios hasta la evolución de plataformas como Instagram o WhatsApp para empresas.
Además, esta alianza acelera el desarrollo de nuevas herramientas que podrían desplazar a agencias, reducir tiempos de producción o reinventar la forma en que medimos el engagement. Si el futuro de la inteligencia se decide entre dos o tres actores globales, todo el ecosistema creativo y comercial se verá condicionado por lo que esas plataformas permitan o no hacer.
¿Un paso brillante o el inicio de una concentración peligrosa?
Meta lleva años buscando reinventarse tras su apuesta fallida por el metaverso. Ahora parece haber encontrado un nuevo norte: convertirse en dueño y operador del próximo salto en IA general. Pero esta jugada también marca un nuevo capítulo en el debate sobre el poder desmedido de las grandes tecnológicas.
Con más de 14.000 millones invertidos, un CEO clave bajo su ala y una industria mirando con recelo, Meta se acerca peligrosamente a convertirse en el árbitro y jugador del partido al mismo tiempo.